Pintor temático


El planeta 3.1416, las “Mitomondejaradas”, la Ópera, la Política, Olkadia (Castilla-La Mancha), Ventanas al Exterior, La Isla de los Poetas, la Historia, incluso episodios de la actualidad, destacando entre ellos el cuadro de gran formato de 146 x 114 cm. dedicado a la tragedia de Nueva York de 2001, son los temas que refleja José Mondéjar con mayor frecuencia en su obra.

Del Planeta Pi es la mayor producción de nuestro artista, la cual se encuentra repartida por varios países.

Los temas sobre la Ópera son realizados de una manera tragicómica: Tosca, Rigoletto, Norma, La Traviata, Tristán e Isolda, etc. han sido susceptibles de la visión onírica y transgresora de José Mondéjar.

Mención especial merecen cuadros como “L’elisir D’amore” donde el insigne barítono Mario Valdivielso se ve las caras con su caballo “Amoroso”; o su desmitificadora visión de la Tosca que emite un “dó de pecho” y un pedo descomunal simultáneamente (para espanto del respetable público). O la Gilda de Rigoletto, a la cual se le desprende la dentadura superior al emitir un “mi bemol”.

Tampoco escapa a su insolencia su Radamés de Aida que sale a escena con gafas y sin faldilla, mostrando sus partes pudendas al público estupefacto. Y qué decir del irreverente “gallo” del tenor Tony Poncet que todavía sobrevuela por el techo de la Ópera de París,… y tantos y tantos episodios en los que el humorismo y la capacidad lúdica de José Mondéjar ha producido soberbios cuadros sobre el mundo de la ópera, que él tan bien conoce y ama.

Una vez más, Mondéjar, en su afán de transformar la realidad y desmitificar los ambientes culturales cerrados e inaccesibles para acercarnos, toma uno de ellos como metáfora: el bellísimo y grave mundo del llamado “Bel Canto”.

Se arriesga y da una vuelta de tuerca más, ofreciéndose a sí mismo como bufón irreverente del mundo moderno, donde el adocenamiento y la mediocridad –cuando no la maldad– parecen campar a sus anchas.

Por eso, él, en un alarde de coraje y humildad, subvierte la cultura programada y bien pensante para invitarnos a ir más allá, a buscar bajo la mirada sarcástica e iconoclasta, el substrato de la verdadera cultura; sin ambages, sin medias verdades, con descarnada crudeza.

Pero eso sí, al final, el título del cuadro nos hará esbozar una sonrisa, porque sabemos que Mondéjar está jugando y divirtiéndose. Se convierte en glorioso bufón-comedor de olivas como su amado Rembrant –en sus momentos de máxima pobreza e incomprensión artística– se convirtió en glorioso comedor de arenques.

¡Al fin y al cabo, sólo los genios pueden vivir de la fe en su destino, de arenques y de olivas!.


 

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